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Víctor Miguel Villanueva
Cortesía

Entrevero | Los deportes en el ADN del padre

2025-06-15 12:51:00

Hay lazos de vida que solo el deporte logra generar y que nunca podremos olvidar, por más que pase el tiempo

Existe una teoría, yo no lo sé de cierto, que uno elije una profesión porque en la familia alguien ya la desempeñó. En mi familia no hubo jamás periodista alguno; pero, mi padre fue mi particular instructor en los deportes. Los conocía todos y me enseñó todo lo que él sabía. Con excepción del futbol americano (no soportaba su duración) veíamos todos y me llevaba al futbol y a la lucha libre. Mi gusto por los deportes no venía en mi ADN, Miguel no me lo heredó, me lo enseñó.

                Eran apasionantes e interminables sus pláticas del Necaxa de los Once Hermanos. Desde muy niño supe de Julio Lores, del “Siete” Ruvalcaba, Pichojos Pérez, el “Moco” López, Antonio Aspiri, y los demás. Pero, yo me volví  atlantista luego de un clásico en el Azteca en que Atlante goleó 4-0 a los electricistas. También me habló del Santos de Pelé, del Botafogo de Garrincha y su portero Manga, de los famosos hexagonales y pentagonales en Ciudad Universitaria.

                Recuerdo perfecto que un día me dijo “no vas a ir a la escuela (kínder) para que veas la inauguración del Mundial” (Alemania 1974). Que mi padre no me llevara a la escuela por un juego de futbol era algo inaudito, pero la ocasión lo ameritaba. Igual, un día me dio una hoja y una pluma y me ordenó “Ves el sorteo del Mundial (Argentina 78) y anotas los grupos”. Para España 1982 cada día me dejaba 5 pesos para que me comprara una lata de Coca-Cola y viera los juegos. Y previo al Mundial de 1986, cada semana me compraba un fascículo de una revista dedicada a contar la historia de los mundiales (Ya de adulto los mandé a encuadernar y están en mi librero)

                Miguel trabajaba en su taller de mecánico electricista de lunes a sábado, este último día sólo hasta las 3 de la tarde. Pese a su cansancio, me llevaba a la Pista Arena Revolución a la lucha libre. Los mejores sábados de mi niñez. Me compraba una torta de huevo revuelto con jamón y frijoles, las llamaba “las aceitosas” y vaya que lo eran. Pero lo mejor era a la salida: a veces me compraba una máscara de luchador y otras, luchadores de plástico. Incluso, un día me construyó el mismo un ring para que yo jugara.

                La Fernandomania la vivimos juntos. En su cama frente al televisor, al principio blanco y negro y luego a colores. En cada pausa con mis calcetines hechos “bolita” jugábamos a picharnos uno al otro. El Box era otro deporte imperdible en casa con mi padre. Vimos cuando un tal Julio César Chávez se coronó campeón al vencer al Coloradito López. Fuimos testigos de Pipino Cuevas, Sal Sánchez y Lupe Pintor; él me hablaba de Kid Azteca, Mantequilla Nápoles, el Cañas Zárate, el ratón Macías y el Púas Olivares.

                Mi padre se sentía emocionadísimo de que yo fuera periodista deportivo. Cuando sabía que iba a cubrir al Necaxa me decía “dile a Borja que le quite lo de Rayos y regrese a los Electricistas”. Cuando ganó su equipo el campeonato 94-95 me escuchó a través de Radiol Acir confirmar que su Necaxa era campeón.

                Ese mismo año falleció, en diciembre. En enero de 1996, aun golpeado por su fallecimiento, me dieron la noticia de que iría a Estados Unidos a la Copa Oro. Me alegré, pero también estaba triste: no le alcanzó la vida a Miguel para ver a su hijo menor, a ese que instruyó en los deportes, como enviado especial a un evento deportivo. De hecho, aún me duele.

 

 

 

 

Entrevero

Víctor Miguel Villanueva

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y en Historia Contemporánea. Maestro y doctor en Ciencias Antropológicas. Escritor. Fue periodista deportivo en Copas del Mundo, Juegos Olímpicos, Copa Europea de Naciones, Copa América; editor de secciones y periódicos deportivos; reportero y conductor de radio; jefe de contenidos en televisión. Atlantista y maradoniano.

 

 


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