2025-10-13 15:38:00
En El Kibalion, atribuido a Hermes Trismegisto, se enuncia una de las verdades más incómodas aplicables al fútbol mexicano: “Así como es arriba, es abajo; así como es abajo, es arriba”. El principio de correspondencia no deja espacio para ilusiones: si las bases son débiles, la cúspide será inevitablemente frágil. Si los cimientos son mediocres, la selección nacional —máxima expresión del sistema— no puede aspirar a la excelencia.
Las derrotas recientes de la Sub‑20 frente a Argentina y de la selección mayor ante Colombia no requieren crónica para entender su significado: son el síntoma visible de un ecosistema que renunció a la formación y se entregó a la simulación. No es un tropiezo aislado, es la confirmación de un modelo que envejeció sin aprender. Cuando el espejo está roto arriba, la imagen abajo siempre sale distorsionada.
A menos de un año del Mundial 2026, el panorama es desolador. El fútbol mexicano no carece de talento; lo que le falta es estructura, visión y ética. Los clubes se transformaron en vitrinas de negocio antes que en instituciones formativas. Los jóvenes son tratados como activos, no como atletas en desarrollo. Los entrenadores sobreviven entre precariedad e improvisación, y la dirigencia que debería marcar el rumbo se limita a administrar el caos.
No existe una línea nacional de trabajo ni una pedagogía unificada en preparación física, técnica o mental. Cada club opera según su interés, sin diálogo con la ciencia del deporte ni compromiso con la educación integral. Mientras potencias como Francia, Inglaterra y España consolidan redes de rendimiento que integran biomecánica, análisis de datos, psicología y valores, México continúa creyendo que el talento por sí solo suplirá al método.
Nuestros entrenadores no son incapaces; son desprotegidos. Se les exige resultados sin darles recursos, se les demanda innovación sin herramientas, y se les juzga sin garantizar estabilidad ni respaldo técnico. El sistema nacional de entrenamiento se desmorona porque no existe un marco que articule federación, clubes, escuelas y comunidad. El saldo es evidente: técnicos agotados y jugadores mal preparados.
La detección de talentos repite el patrón. No hay observatorios deportivos ni programas que vinculen educación básica con alto rendimiento. El talento del barrio sigue invisible por falta de rutas y transparencia. En México, el mérito compite contra relaciones, compadrazgos y representantes; quien destaca lo hace a pesar del sistema, no gracias a él.
Y si aplicamos el principio de Hermes Trismegisto, la conclusión es directa: ¿qué podemos esperar de una selección nacional cuando su base es mediocre? Si la formación infantil es deficiente, si la metodología es obsoleta y si los valores institucionales se subordinan al negocio, el producto final —la selección mayor— no puede ser más que el reflejo de esa misma mediocridad. Las derrotas citadas sólo actúan como recordatorio.
A esta deformación estructural se suma la ausencia de gobernanza y de compliance deportivo. Federación, ligas y clubes operan con escasa transparencia, sin políticas sólidas de integridad ni controles internos eficaces. La corrupción no es accidente: es la forma en que el sistema aprendió a funcionar. No hay sanciones ejemplares, ni procesos abiertos, ni rendición de cuentas real.
El fútbol mexicano necesita una reconstrucción ética, científica y pedagógica. Un modelo que priorice educación, formación integral y transparencia antes que el resultado inmediato, que devuelva centralidad al entrenador, al cuerpo multidisciplinario y al futbolista que nace en el barrio. De lo contrario, seguiremos repitiendo el ciclo de siempre: un país que espera grandeza mientras cultiva mediocridad.
Porque, como enseñó Hermes Trismegisto hace siglos, “así como es arriba, es abajo”. Y mientras lo que está abajo siga roto, no habrá cima que pueda sostenerse.
El juego que no cansa
Alfonso Geoffrey Recoder Renteral
Especialista en gestión, dirección y administración en el deporte, doctor Honoris Causa, posdoctorando en Derecho, doctor en Ciencias de la Educación, doctorante en Administración y Política Pública, maestro en Gestión de Entidades Deportivas, maestro en Administración, maestro en Ciencias de la Educación con especialización en Gestión de Estudios Superiores, maestrante en Ciencias del Deporte, maestrante en Metodología del Entrenamiento Deportivo, maestrante en Periodismo y Comunicación Deportiva, licenciado en Educación Física, licenciado en Derecho.